Sonreía sin quererlo y me miraba con aquellos ojos café. Giraba la cabeza intentando ocultar el sonrojo de sus mejillas. Y reía constantemente, derrochando en cada carcajada toneladas y toneladas de vida, haciéndome reír a su compás. Olía a vainilla y torcía los labios cuando no estaba de acuerdo. Era dulce, dulce. Y frágil, extremadamente frágil a pesar de que intentara ocultarlo siempre. A veces caía, de repente lo dejaba todo y yo me perdía con-sin ella.
tanta contradicción y tanta belleza junta no es buena. mientras caiga, tu arrodillate.
ResponderEliminarMe encantan las personas que huelen a vainilla. Y que son dulces y frágiles.
ResponderEliminaruy, que bonito, me gusta la vainilla y me gustan los ojos café.
ResponderEliminarTe sigo en blog, múas múas :)