miércoles, 21 de octubre de 2009

Welcome to the night sky.

Cogí aquel tren entre resignado y desconfiado. No sabía hacia dónde, ni con quién. Al pisar el último escalón, tuve un pálpito; algo había cambiado.
Caminé entre sillones para cuatro forrados de pana verde y cortinas de pana verde. Suelos de madera en tablas, color claro. Había poca gente, los pocos que había se giraban cuando pasaba, extrañados, supongo, de ver gente nueva por allí. Eran gente vacía, triste, sin fuerza.
Pasé por muchos, muchos andenes. De echo, creo que es el tren más largo que he visto nunca. Llegué hasta el último andén, el más pequeño. Había una mujer, llevaba un abrigo y una bufanda verdes. Era pelirroja y tenía la piel pálida, pero sus mofletes estaban rosados a causa del frío. Parecía costumbrada a aquel lugar. Me miraba con desconfianza. Avancé y me senté al lado de la ventana, como siempre hacía. Esperé a que arrancara y, cuando lo hizo sentí que avanzaba rápido, muy rápido. Que todo daba vueltas. Después, nada. No ví ni sentí nada. Nada.
Horas, días, semanas, quizás, estuve así, entre dormido e inconsciente. Cuando desperté, me encontraba en una habitación de madera, en una cama. Me levanté y caminé hasta la puerta, esperando encontrar una explicación. Encontré a aquella mujer pelirroja sentada en el centro de la sala, tomando un café. Me miraba sonriente. Me acerqué.
-...Hola. Mmm, bueno, tengo unas cuantas preguntas en la cabeza-dije sonriendo.
-Jajaja. Me llamo Ágata. Estamos en Alaska, lejos de nuestro mundo. El viaje hasta aquí fue largo, cansado. Todos nosotros venimos mucho por aquí, para estar solos, para pensar, quizás, pero venimos, y nos separamos. Te he traido aquí porque, de no ser así, hubieras permanecido todo el tiempo en ese tren, y no es especialmente cómodo.
Sonreí, sonreí tanto que me hice daño. - Alaska...Siempre he querido ir a Alaska. ¡Oh! ¡Estoy en Alaska! ¿Tiene un nombre precioso, verdad?
Me sonrío y me llevó fuera. Había blanco, blanco y blanco. Y el frío te arañaba la cara, cortante. Me sentía más pequeño, sentía al mundo abrazándome. Salí corriendo. Gritando y viviendo-me. Sientiendo como cada parte de mi cuerpo sentía el frío cubriendome despacio. Y pequeños cachitos de hielo se colaban por debajo de mis pantalones, sentía las seis capas de ropa que llevaba encima, más un abrigo que valía por cuatro. Sentía la respiración limpia y mi risa sin cesar.
Entonces, paré. Volví a ''casa''. Ella estaba tumbada en la nieve.
-Somos pocos los que queremos venir aquí, somos personas difíciles. Yo estoy aquí porque siento que el frío me recoge, que me ayuda a relajar mis pensamientos. Estoy aquí porque mi padre siempre quiso estarlo y porque sabía que algún día llegarías, Otto.
Y entonces esperamos a que anocheciera, luego a que amaneciera, a que atardeciera. A esa parte del día en la que el cielo es morado. Esperamos a cansarnos de algo, o de alguien, pero a que llegara el momento. Alaska, suena a magia.

5 comentarios:

  1. Quiero ir a Alaska para pensar!
    Un beso!

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  2. Violeta, te agradezco tu visita y las palabras que dejaste en mi blog.
    Un saludo.

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  3. Creo que el de lengua lo va a flipar a leer semejante genialidad. Yaverátú. (:

    ¡Los lacasitosdecolores causan efecto!

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  4. Hey! Seguiré pasando yo también! (:
    Me gusta!

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  5. Es precioso Violeta.. llego yo a ser tu profe y me vuelvo loca :)

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