Tú, que nos encerrabas en tus gritos y golpes contra el pecho, roto corazón podrido. Cuánto daño causaste. Siempre te he encontrado en pesadillas, en llantos. En gritos de ira contenida que retumbaban mis oídos, que aún recuerdo. Eres el reflejo del terror, del miedo, del rencor. Eres tú, y tus otras dos caras en un mismo cuerpo, encerradas y escondidas para el público. Eres lo que has visto y lo que has vivido, eres el miedo a ti mismo.
Miradas de reproche. No puedo perdonarte, ni quiero. Deberías haber representado todo, debería haberte querido y haberte seguido, pero me avergüenzo. Me avergüenzo de ti, cobarde. Y te busco en otras almas y otros cuerpos, otras vidas, sin razón.
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