lunes, 3 de agosto de 2009

De frambuesa y piña, por favor.

Creía en la magia, en las casualidades y en el amor. En la gente y en las leyendas, y en aquello de que los sueños siempre se cumplen si los deseas con mucha fuerza.
Su sonrisa era tan dulce, que hacía derretirse a los caramelos. Todas las tardes de domingo, tomaba un helado de frambuesa con piña mientras escuchaba al músico de al lado del lago. Se enamoró de canciones, de miradas, de sonrisas, de sabores, de besos, de personas, de lugares, de sueños...se enamoró de noches y de días, de manos, de caricias y de esperanzas. La vida se enamoró de ella y ella la correspondió. Por las noches, hablaba con las estrellas, les confesaba sus secretos. Le encantaba bailar, y lo hacía muy mal, pero ella sólo veía a sus pies moverse de un lado a otro. Su madre siempre le advirtió que no debía sonreír a desconocidos por la calle, sin embargo, ella no veía ningún inconveniente en hacerlo. Adoraba a su madre; cada día, cuando terminaba sus "tareas diarias"(ella consideraba realmente divertido todo aquello de la vida cotidiana) se acercaba a visitarla y charlaban durante horas, de la vida y de la gente, y de los sueños. Vivía en una pequeña casita cerca de la heladería. La llenó de velas, para atraer la magia. Pasaba horas mirando por la ventana, viendo a niños gritar y saltar, a ancianos pasear y a parejas cogidas de la mano. Cuando llovía, bajaba corriendo por las escaleras, se quitaba los zapatos y esperaba hasta que el vecino de en frente, el viejo Gus, le gritara "¡Entra a casa, niña, que te vas a resfriar!", y entonces, ella, le guiñaba un ojo y entraba a casa a darse un largo baño de agua caliente, con las luces apagadas y las velas encendidas. Cantaba, todas la horas del día, hasta que se le agotaba la voz. Escribía, demasiado, hasta que no encontraba más palabras debajo del papel. Amaba a La Luna, decía que era realmente preciosa. Olía a frescura, que a veces se confundía con olor a alegría. No usaba tacones, pero sí vestidos, muchos vestidos, y faldas, muchas faldas, de todos los colores. Vivía de la vida, y su gran sueño era soñar siempre. Hasta que, un día, La Luna la visitó y ella se fugó con ella. Cuentan que visitaron al Sol, y que recogieron muchas estrellas. Cuando volvió, se encontró con una casualidad, y ésta, le presentó al amor, que nunca la traicionó.

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