-Dime, ¿cuánto tiempo hace que no amas?
-...¿Que cuánto hace?
-Sí, ¿cuándo fue la última vez?
-Esa es una pregunta estúpida.
-¿Por qué? Respondela de una vez.
Se quedó callado, mirándola, y luego apartó la vista. Encendió un cigarrillo.
-El amor no existe, eso deberías saberlo. Todo es una mentira, niña. Es sexo, atracción... ¿Amor? El amor se lo han inventado para justificarse, para que quede más bonito, ¿entiendes?
-¿Cómo se puede ser tan frío? ¡Y tan mentiroso!...A ti te han hecho daño, es eso, ¿no?
-Cállate, niña, cállate. No tienes ni idea, de nada. Ni del amor, ni de las mentiras, ni de mí. Así que lárgate.
-¿Por qué tienes tanto miedo? ¿De qué? ¿De tí? ¿De que te hagan daño? Negando las cosas no llegarás a ninguna parte. Crees que esa capa de frialdad te servirá como escudo, que nada puede traspasarte. Eres una persona, y las personas sienten, aunque te duela.
-Pobre ingenua... ¡Vete! Vuelve a tu mentira cotidiana. Vamos, ¿qué haces aquí todavía, niña?
-Todavía la amas, todavía la amas y por eso te mientes...
Se levantó de la silla y corrió hacia ella, se paró a unos pasos. Estaba furioso.
-¡¡Cállate!! ¡¡Vete de aquí de una vez, niñata!!
Ella, todavía en calma, volvió a mirarle a los ojos, y se fue.
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